En el siglo IX, ibn Qutaybah dice en su Kitab al-shi'r wa-al-shu'ara' (Libro de la poesía y los poetas)
que la qasida tiene tres partes:
1. Nasib, apertura nostálgica. El poeta rememora los momentos felices con su amada. Encuentra el campamento, la caravana ya no está: ha sido atacada e incendiada y el poeta canta los despojos.
2. Tajal-lus, alivio de la nostalgia:
a. Fajr: el poeta declara sus armas y su nombradía.
b. Rahil: meditación de la dureza del desierto sin la tribu.
3. Madih: alabanza de la tribu.
Esta misma qasida, al tomar fines filosóficos se convierte en hikam y el nasib se independiza en la amorosa gazala. No sé hasta qué punto he logrado aclimatarlas al castellano de América...
gazala del amor oscuro
Si has excavado siglos y milenios
frente al dolor que se disuelve
en muerte ...
Si la mano está presta a la caricia
¿cómo no te restaña
si te toca?
Si excavas hacia atrás,
al horizonte
¿no se hunden acaso tus lianas
en esa línea azul que sella el día?
¿No se labran tus raíces hacia el agua
que esconde y cubre el muerto
paraje de las lágrimas?
¿Cómo no planta el día sus banderas
de silencioso amor
entre tus ramas?
¿Qué voz oculta entre el follaje
funge de odio ancestral,
¿Qué mano suelta
el veneno del ámbar
que la asfixia?
Si está pronto el amor
entre dos sauces...
¿a qué cavar la zanja
nutridora de azufres y de rocas
muertas sobre sí mismas,
en ese mismo instante
en que los aires
rozan sus frondas altas,
llenadoras?
si está con oros lleno
desde antaño,
si vibra quedo,
magnífico en el aire ...
¿a qué cerrar ceguera sobre el huerto
sólo y a oscuras
en la leve tarde?
¿a qué su luz incierta
se ha de soltar para temblar al aire?
qasida de la bruna tarde
Un manojo de frío, un viento leve,
una brisa serena en la garúa,
el restallar de ocultas tempestades
frente a la mar serena de la tarde.
Esa es mi luz. Esa es mi espada.
Para cortar las hélices del día
sólo tengo la sombra que se esconde
bajo las nubes de la noche y canta.
Suelto canto, brillor de cortaderas,
y sus palabras sueltan todo el pecho
lleno de voces que cansadas cantan
todo el viento no escrito en la arboleda.
Una brisa atrasada que se cuela
y corre y suelta tímida el perfume
que tiñe tus mañanas cuando me amas,
que aroma mis caricias cuando te amo.
De esas cosas están hechos tus ojos,
mudos testigos de las horas yertas
que dolidas de amor se acurrucaron
entres tus islas y tus montes brunos.
¿Qué se busca en la noche de la herida
sino el orbe sin fin de la ternura?
¿Qué se oculta tras el fingido velo
de la piel toda que no sea tu alma?
Insomnes, asombrados, giran lentos
los ojos afiebrados de la tarde.
Tu aroma de jengibre y de canela
ya se extiende sobre una arena blanca.
Sobrias colinas, valles demorados,
dibujaron mis dedos en tu cuerpo.
Y al estallar tu luz, una cascada
de inusitados sueños te levanta.
Allí mi muerte es tan pequeña siempre,
allí las hojas del otoño triscan
su duelo humilde por sus bronces muertos,
resuscitados en tu voz de lluvia.
Ahora alarga sus manos el otoño
pidiendo la limosna de tu aliento.
Ahora se pierde en el licor sagrado
que se ha vuelto un rumor, una agonía.
(Ya la noche se tiende estremecida
para dormirse en calma sobre el lecho
lleno de vino azul de la penumbra
donde eres tú la que dibuja el día.)
Victorhugo Velázquez Cabrera
Callao, 2008
Callao, 2008
De: Por amor al planeta.
Antología de poesía naturalista.
Ed. Sarah Ampuero de Mendizabal.
Ed. Sarah Ampuero de Mendizabal.
Municipalidad de La Punta, Callao, 2008.