Todo buen cuento tiene además de personajes definidos otros que no lo son tanto, que no son intencionales y que sin embargo juegan con las circunstancias y las personas y en ocasiones su actuación es definitoria. Son estos elementos los que atraen mi atención por que detrás de ellos hay un mundo ignorado, que se presiente misterioso, escondido, donde la imaginación puede crear un cosmos.
Esto pasa en POST FATA RESURGO donde, desde el inicio hasta su caducidad, la casa es un personaje impertubable, que amamanta generaciones y define a veces la tensión emocional de sus habitantes: las alteraciones a su estructura coinciden con las actitudes de la dueña.
¿Por qué no humanizar esa edificación maternal?. Ya sé que ese sería otro cuento que no tiene que contarlo el autor sino un lector ocioso. Pero en ese cuento hay otro elemento que aparece una sola vez y cambia para siempre el destino de los personajes principales, presta sus voluptuosas formas y sus brillantes y cálidos colores para vengar la afrenta. Obviamente es el fuego, que termina siendo el único que ve partir a la dueña cargando su dolor, es el único que se queda a consumir los rastros de la barbarie.
Diciembre 2007