Charito Aguero comenta La Novena Maravilla

Hace tiempo leí La Novena Maravilla. No me gustó mucho ¿recuerdas?. Eso sucedió porque esperaba encontrarme con la prosa y temas con la sensibilidad poética a la que me tenías acostumbrada.

Pero una lectura reciente me obliga a rectificarme. Cuando volví a leer La Novena Maravilla fué el apabullante silencio del museo lo que robó mi atención, lo imaginé prisionero por siglos en ese espacio, observando sin ser observado, poderoso en su soledad, paciente y sabio, que conoce todo del alma humana. Por eso recibe displicente al hombre y sus pequeñas ansiedades.

El valor de este cuento está, además de su contenido, en que allí se encuentra el amigo intimo que gozo escuchar cuando su verbo se enciende y de cuando en vez nos regala una flor.

No logro vislumbrar cabalmente la crítica que sobre tu cuento hicieran en San Marcos acerca de la inteligente estructura del mismo, diseñada como una sucesión de potajes alusivos al tema central del relato. Yo me deleito, en cambio, en sentir la atmósfera que describes y que se convierte en un personaje poderoso y omnipresente ante el cual el yo narrativo se asoma de puntillas para no entorpecer el abrumador silencio del museo. En estas circunstancias, la aparición de un fantasma es congruente, lo mismo que la materialización de los recuerdos.

En muy pocas ocasiones la realidad se hace presente en ese sortilegio, salvo cuando la luz del faro de un automóvil rompe el encantamiento y coloca de un salto en la vereda y en la frescura del parque a este intruso que con dificultad coge en el aire la flor de una frase enigmática que le obsequian como despedida. Este es el sabor del cuento que me gusta paladear.

Irma Rosario Aguero Villanueva
Abril, 2008

Charito Aguero comenta Post fata resurgo

Todo buen cuento tiene además de personajes definidos otros que no lo son tanto, que no son intencionales y que sin embargo juegan con las circunstancias y las personas y en ocasiones su actuación es definitoria. Son estos elementos los que atraen mi atención por que detrás de ellos hay un mundo ignorado, que se presiente misterioso, escondido, donde la imaginación puede crear un cosmos.

Esto pasa en POST FATA RESURGO donde, desde el inicio hasta su caducidad, la casa es un personaje impertubable, que amamanta generaciones y define a veces la tensión emocional de sus habitantes: las alteraciones a su estructura coinciden con las actitudes de la dueña.

¿Por qué no humanizar esa edificación maternal?. Ya sé que ese sería otro cuento que no tiene que contarlo el autor sino un lector ocioso. Pero en ese cuento hay otro elemento que aparece una sola vez y cambia para siempre el destino de los personajes principales, presta sus voluptuosas formas y sus brillantes y cálidos colores para vengar la afrenta. Obviamente es el fuego, que termina siendo el único que ve partir a la dueña cargando su dolor, es el único que se queda a consumir los rastros de la barbarie.

Diciembre 2007