La polémica sobre el cuento La novena maravilla me lleva a pensar en el nuevo perfil que adquiere el lector posmoderno apremiado por realidades como la nuestra, específicamente la peruana, cuyo modus vivendi le quita oxígeno para el análisis de textos artísticos.
El cuento necesariamente es y tiene que ser barroco, tiene que usar "palabras difíciles", no hay otra salida en tanto es un homenaje a un letrado indígena colonial (por consiguiente doblemente barroco, bellamente barroco, infinitamente barroco) que desde un valle andino dialoga de igual a igual con el centro. La actitud del Lunarejo, mueve el tablero. Con su insolente prosa, ya no se sabe cual es el centro y cual es la periferia. Se me ocurre (y siempre lo he pensado de esta manera) que las más de las veces San Marcos es infinitamente superior (en el debate y el diálogo) a otras universidades con mejores recursos económicos.
Tal como dice Macera: las tres instituciones más antiguas del Perú son las comunidades andinas, la iglesia católica y la Universidad de San Marcos; antes que el Congreso, el ejército y etc.
Por eso, me parece particularmente interesante que el relato se inicie con una supuesta polémica entre sanmarquinos (Lunarejo) y católicos (el portugués difamador de Góngora). Y más aún, que el Perú, la nación, la patria, pase en esta historia por lo alambicado de la dulcería peruana (lenguaje, cultura, tradición con magma andino y toques mozárabes) y que el portador de este
saber sea un pongo-mayordomo-portero (Lunarejo) que abre y cierra puertas con confianza (las puertas del saber que él se las ha expropiado a la metrópoli y las hace suyas).
En fin, maestro, se trata de un relato de tapudrame.
Sandro Chiri Jaime
Setiembre. 2008
Setiembre. 2008
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