Ñawpa Pacha

Ñawpa Pacha [1]

En tiempos antiguos la gente vestía de luz y de fuego.
El fuego los abrigaba poniendo tibieza en sus cuerpos, en sus ojos. La luz, con finos rayos o con pequeñísimas motas de polvo, adornaba sus frentes y sus pechos. Ponía joyas en sus manos y tobillos como delicadas perlas y sus cabellos brillaban dorados y ligeros ...

No necesitaban más para ser felices. Cuidaban agradecidos a Nina, el fuego sagrado. Veneraban a Ruphay, la luz, sangre del pájaro Inti, que riega la tierra hinchando la savia de los tallos, abriéndola en capullos y haciendo brotar los frutos que colman de colores y aromas los graneros.

Escondido en los bosques sombríos, Amaru contemplaba sus vidas tejidas de días dorados y noches de fría plata. A veces, desolado, lanzaba su alarido a los cielos y una sombra densa rodeaba la luna de las calladas noches. Otras, enamorado, flotaba hecho colores sobre el mundo ... soltaba cintas maravillosas como frutos y flores en una lluvia fina.

Como el Amaru vivía en los pantanos -tierra y agua- le llamaron Turumanchay, que quiere decir espanto del lodo; y al verlo flotar en el aire, como el fuego y sobre la garúa, con sus cintas coloridas, le llamaron Kuychi, que quiere decir arco iris.

En aquel tiempo, el Amaru vivía receloso, enamorado de las indias que brillaban como el oro y el fuego cuando el sol vestía con su sangre sus cuerpos de venado. Quiso entonces convertirse en un hombre: y cazó, y pescó y aró la tierra. Enseñó a la gente a sembrar, a hilar el algodón, a tejer la madeja y a teñir la lana de vicuña con frutos y con flores, con tierras y piedras finas. Sus propios colores pasaron del aire a sus vestidos.

Más aún: les hizo un reino. Levantó entonces casas, terrazas, puentes, muros y vivieron con orden y alegría. Sus cuerpos vistieron bayetas, paños, gasas y tocuyos. Todos los días eran fiesta cuando el Amaru ponía sus luces de color en las mejillas, en los pechos, en el vientre de sus lindas mujeres.

Un día las fiestas se acabaron. Vino del mar, desde atrás de las aguas, una nube de ambición y de sangre. Amaru se refugia en el valle sagrado. Durante cuarenta años lucha contra esa nube de oscura turbulencia ....

Una tarde es traicionado y es vencido. Ya su amada cabeza rueda sobre la tierra, rueda sola y oscura, la riega con su sangre. Desde esa nube de traición se prohiben los vestidos floridos a su gente, se les obliga a usar oscuras ropas, opacas, sin colores ni luces. Y ya pasan dos siglos en el dolor y el llanto ...

Amaru, harto de tanta injuria, se presenta en un hombre que es también como un cóndor: su vuelo, una vorágine de furia, de pasión, de grandeza ... Y otra vez la traición, alargando sus garras, corta el grito de amor, de libertad. Se mutila su cuerpo de dios resplandeciente y el reino del Amaru se sumerge en el valle del dolor y de sombras ...

Aún entonces su sangre, tan fuerte y perfumada, al regar su tierra amada, hará brotar otros hombres que luchan sin descanso por el amor, la libertad, el gozo ...

Entonces se abrirán, en cada valle y desde cada aldea, los capullos de las faldas y polleras, las hojas de las llicllas y las mantas, las flores de monteras y chucos, el jardín de los chales. Se abrirán en silencioso himno de amor para el Amaru, para vivificarlo y para redimirlo.

Desde entonces, en los días con sol, el Amaru hará llover el pelo fino de la garúa y sonreirá sereno en el centro del día. Y pondrá nuevamente sus luces de color en las mejillas, en los pechos, en el vientre de sus lindas mujeres ... Como en tiempos antiguos.


[1] Ñawpa pacha: 'en tiempos antiguos'. Son las primeras líneas del manuscrito de Huarochirí recopilado por Ávila.


Víctor Hugo Velázquez Cabrera
En Pasñita y sus trajes típicos.

Ediciones Alondra. Maranga 1994.